miércoles, 29 de junio de 2011
El Último Escrito
“The past is a foreign country: they do things differently there” – L. P. Hartley
–¿Por qué tiemblas?
–Tengo frío.
–Ven, tapate.
Mentí. La verdad es que no tenía frio, pero ¿qué debía decirte? ¿“Estoy temblando porque estoy a tu lado”? No iba a admitirlo, aunque probablemente era obvio; pero mientras tú me dejaras seguir adelante, yo no tenía ninguna razón para detenerme.
Te recuerdo con esa sudadera amarilla y cubierto hasta la cintura por una cobija multicolor. Te recuerdo haciéndote a un lado y levantando la cobija para que yo me pudiera acostar junto a ti, antes de arroparnos hasta el pecho y que, con cruel inocencia, te abrazara bajo el amparo de la obscuridad.
Un año atrás, te besé. Sí, descaradamente te robe un mísero beso, recuperando lo que era mío y despidiéndome de ti para siempre.; tal y como lo dije en “Noches de Carretera”, un viejo post que me gusta leer en arranques de melancolía. Sin embargo no te fuiste, no del todo. Por un momento estuve convencido de que le había ganado al mismísimo destino, pero el tiempo termino por enseñarme que nadie esta exento de su divino juicio.
–No te vayas. No te vuelvas a ir.
–Jamás –me dices, abrazándome con suavidad y respirando sobre mi cabello.
Tal vez fue en ese momento cuando lo descubrí… Sí, seguramente fue ahí, porque te sujeté con fuerza y te repetí que no te fueras. En ese momento entendí que mi petición era vana y que por más promesas que hiciéramos, esa sería la ultima noche que te vería. La primera y última noche que pasaría contigo.
–Pregúntame lo que quieras.
–¿Cómo que?
–Lo que sea, cualquier cosa. Hoy quiero despejar cualquier duda que tengas.
Si iba a ser la última reunión no quería que quedasen secretos.
No preguntaste nada, pero, al parecer, mi torpe intento por romper el hielo funcionó mejor de lo esperado.
-Seis años de conocernos…
-Y los que faltan.
Te sonrío, y acercándome lo más posible te abrazo, sumergiendo mi rostro en tu sudadera.
Hablamos de ti y de mí, haciendo un muy pequeño resumen de lo que habíamos vivido como amigos en todos estos años. Anécdotas, muchas de ellas; tantas como estrellas en el cielo. Increíble lo que uno logra en seis años.
-¿Te acuerdas de…? Y cuando… ¡Hahaha! ¡Sí! y luego dijo…
Sonrío y asiento y, con el rostro junto a tu hombro, juego con el lóbulo de tu oreja izquierda.
Yo digo, que yo era un “loco sensato de amor”. Te amaba enfermizamente, pero siempre supe cual era el límite. Lo que no estaba permitido. Nunca hice nada para lastimarte, y si alguna vez lo hice, podría jurar que nunca fue con esa intención.
Después me hablas de ella, de la mujer que consume tu tiempo y tus ideas; de aquella que tanto te ha lastimado y que al parecer merece aún más tu cariño que yo.
Lo comprendo –me digo-. Supongo que era parte del trato que le firme al Destino. Hablaríamos de todo, sin importar lo que fuera.
Tengo miedo… no importa, me acerco un poco más a ti y respiro el aroma virginal de tu cuello, tan delicioso y prohibido. Parece que a ti tampoco te importa, trazo tus labios con mis dedos, y el tenerme tan cerca no te molesta, no mientras pienses en ella.
Te beso la mejilla.
No lo notas, o simplemente no lo entiendes.
Te beso de nuevo; esta vez tomo mi tiempo. Procuro que entiendas el mensaje.
“!Basta! Hoy estas conmigo ¿Qué no entiendes que me lastimas cada vez que hablas de ella?”
Pero en ese momento, comprendí que no eras tú el que debía entender, sino yo. Recordé que tú y yo únicamente éramos amigos. Sonrío con tristeza. Tengo que escucharte, no importa cuanto duela.
-Le hice un oral. Parece que después de todo salí hábil con la lengua.
¿Qué intentas? ¿Qué me muera de rabia al saber que nunca lo comprobaré?
Ahora el tema era el sexo, la pornografía y un montón de pajas adolescentes.
Lo hago o no lo hago –pienso, apretando mi puño sobre tu sudadera. Y mientras me cuentas como se estremecía ella al sentir tu traviesa lengua dentro de su ser, yo deslizo mi mano debajo de tus prendas, alcanzando tu cálido vientre. Un vello. Dos. Había memorizado tu cuerpo de pura ignorancia y, para tus 18 años, sabía que eso no llevaba ahí mucho tiempo.
-No sé si es normal, pero me prendo muy rápido. Hay veces que solo con besos se me para.
-A mí también me ha pasado, seguro que es normal.
Tan normal como la erección que tenia en ese momento al recorrer tu vientre y deshacerme en deseo, al delinear con mis dedos el contorno de tu siempre gracioso ombligo.
Trato de llevar mi mano a tu pecho, pero me detienes ¿Qué se supone debo hacer ahora? Esto solo es el intermedio entre las caricias y que tu termines sin playera. Sin embargo, soy yo el que no entiende que este punto transitorio es lo más lejos que llegaré. Siempre me volvió loco tu abdomen y ahora, que por fin lo tenia para mí, no podía hacer nada. Te beso la mejilla y continúo recorriéndolo sin saber que hacer con él.
Esa noche, sin preguntar, me enteré de un par de cosas que seguro no hubiéramos comentado en otra ocasión… o por lo menos no de esa forma.
-La tengo grande.
En mi intento de confirmarlo, levanto mi mano y pronuncio un “a ver”, dejando caer mi mano sobre tu entrepierna. Pero me detienes a medio camino con un “No” entre divertido y un poco incomodo. Lo sabía, pero si esperas que me controle no deberías darme ese tipo de información.
Me voy quedando dormido con la cabeza sobre tu pecho. Si en cualquier momento mis padres salieran de su cuarto, no tendría una forma de explicar el porqué estaba contigo a altas horas de la noche.
Miro el reloj. Son las cuatro de la mañana. Me despedido y te repito, por enésima vez, que te quiero.
En toda la noche no hubo un momento en el que te soltara del todo. Supongo que por miedo a perderte. Por miedo a que esa entidad divina al a que llamo Destino te llevara en cualquier instante. Probablemente eso explica porqué a lo largo de estos años, los abrazos que te di se me hacían tan cortos. Pero este me hizo sentir satisfecho por primera vez. Era digno de un final.
Me fui a mi cama reflexionando sobre el amor y el tiempo; y la velocidad con la que ambos morían.
No quería atreverme a llamarlo así, pero yo lo sabía, en el fondo sabía que esa noche te había hecho el amor; con caricias, con besos, con palabras y recuerdos. Esa noche te había demostrado (y a mí también) que uno puede atarse de manos y corazón y aún así amar sin control.
A la mañana siguiente te fuiste, prometiendo que te vería pronto…
Esa fue la última vez que te vi. Esa noche fue la última que pase contigo. La noche que te hice el amor sobre una cama hecha de promesas rotas.
viernes, 6 de mayo de 2011
Gracias
Te conocí hace algunos años. Nuestros blogs comenzaron prácticamente al mismo tiempo, aunque nos presentamos meses después.
Recuerdo que me hizo mucha ilusión tener un nuevo seguidor y que también se había tomado la molestia de escribir un largo comentario. Al instante de terminar de leerlo, me pase a leer tu blog y me puse al tanto de todo lo que habías escrito. Te comente, te di las gracias y me volví un fan, porque de alguna manera me gustaba el estilo con el que escribías. Tenia tu sello personal.
Paso el tiempo, pasaron los Posts; tú me comentabas, yo te comentaba. Nunca hablamos de ninguna otra forma que no fuera por medio de los comentarios, pero podría decir que hasta cierto punto te conocía y tu a mi y de alguna manera entendíamos el sentir del otro al leer todo lo que contábamos. Éramos colegas o amigos sin haberlo acordado.
¿A dónde quiero llegar?
Bueno, hace unos meses yo comencé una historia que por diferentes motivos no pude terminar. Lo intente varias veces publicándola en varios blogs, en diferentes tiempos, en diferentes versiones, pero parece que aun no es tiempo de que vea la luz y es algo que por ahora he entendido.
¿Por qué menciono esto?
Porque creo que debo agradecerte.
¿Por qué?
Porque siempre encontraste el momento para comentar y para darme tu opinión sobre lo que leías y eso es lo que mas agradezco, porque, a diferencia de todos los amigos a quienes podía ver diario, tú eras el primero que se ubicaba perfectamente en el lugar de “Lector” y me daba su opinión como tal y gracias a eso me di cuenta de que iba por buen camino, me di cuenta de que en verdad podía transmitir sensaciones a ese publico sin nombre, pero que era representado por un chico que conocí hace algunos años, primero presentado con el nombre de Osmar; después como Daisuke, el chico pelirrojo de DNAngel (serie que por cierto aun no termino de ver); después como Rojito Hojas, un chico cuya fortaleza era sólo equiparable con la intensidad de ese color; y ahora simplemente como Chico Hojas, un niño al que de alguna manera vi crecer y que me ha enseñado tantas cosas en sus palabras que, al igual que su nombre, parecen surcar el cielo como hojas que lleva el viento.
P.D.: Chico, muchas gracias por tus últimos comentarios. Este post era una manera de contestarlos todos. Y sobre el ultimo, donde mencionas tu visita al “Stone Age Bar”, no tienes idea de la manera en la que me hiciste sonreír; no es un simple anexo, es la sonrisa que se llevo las palmas y el hecho que me hizo darme cuenta de que nuestros caminos no se encontraron por casualidad. De verdad muchísimas gracias y espero, de verdad lo hago, algún día conocerte y poder darte las gracias como se debe. Es una promesa y he de advertirte que soy de esos que nunca deja sus promesas al aire. (:
lunes, 2 de mayo de 2011
Hablando de Criminales
-Ignoremos lo que hizo en el pasado. Ciega y estúpidamente, dejemos de lado los cementerios enteros que ha llenado, los miles que han sufrido, los amigos que ha lisiado.
>>¿Sabes? Pensé— Pensé que el ultimo que habrías dejado que lastimara habría sido yo. De haber sido tú a quien apaleó, si a ti te hubiera matado, yo no habría hecho otra cosa que buscar a esta patética basura adoradora de la muerte y enviarla al infierno.
-No lo entiendes. Creo que nunca lo entendiste.
-¿Qué cosa? ¿Tu código moral no permitiría eso? Es tan difícil cruzar esa línea?
-No. Dios mío, no. Sería demasiado fácil. Lo único que he querido es matarlo. No pasa un solo día en que no piense en someterlo a las peores torturas que él ha infligido a otros, y luego matarlo. Pero si hago eso, si me permito llegar hasta ahí, nunca regresare.
Batman Under the Red Hood - Conversación entre Batman y Jason Todd
Las noticias hablan sobre un terrorista muerto; todo el mundo lo hace. El mundo vibra ante una aparente tranquilidad al saber que uno de los criminales más importantes de nuestra época ha sido abatido. ¿Quién no se alegraría? ¿Quien no se sentiría un poco mas seguro? ¿Que familiar de alguna de sus victimas no se encontraría satisfecho al saber que su espos@, hij@ o herman@ ha sido vengad@? Supongo que todos. Pero hay otra cosa que me preocupa. Me refiero a ver a una marejada de gente celebrar un asesinato como si de una fiesta patria se tratara; al sentir una euforia indescriptible, al saber que un hombre ha caído muerto.
Me pregunto por qué no puedo entender a mi propia especie.
No trato de defenderlo. No trato de decir que hizo bien o que era inocente, no, no se trata de eso. Era un criminal, un asesino por lo que sabemos hasta ahora, pero, ¿de verdad tenemos que celebrarlo? En lo personal los criminales son escoria, algo que no debería existir; personas que deben pagar por todos y cada uno de sus delitos, ya sea en esta vida o en la otra. Yo no soy partidario de apoyar la pena de muerte o de arrebatar vidas a diestra y siniestra, prefiero que vivan, prefiero que paguen; pero hay veces que simplemente no queda otra opción y es algo que puedo entender. Hay veces que matar es la única elección. Lo que repruebo es la conducta del que asesina. Sí, ya lo mataste, ya te vengaste, pero no tienes porque denigrar a una persona incluso si es tu peor enemigo. Me preocupa el darme cuenta de que esa línea que antes nos separaba de los “malos” se hace cada vez más y más delgada y amenaza con desaparecer.
Sí, ellos matan, ellos quitan vidas como si mataran moscas, pero ¿qué crees? Nosotros también matamos, también degradamos a la gente, incluso cuando ya no están aquí para escucharnos. Lo gracioso es que pensé que nosotros éramos “los buenos”.
No digo que no se sientan bien, o que digan “oye, ¿escuchaste que ya lo mataron? Que bueno que ese homicida ya pago” sólo les pido que tengan más dignidad. El respeto es la clave, incluso entre los enemigos.
lunes, 25 de abril de 2011
Sonrisas
Es curioso, últimamente he estado pensando en ti.
Lo se, lo se, no tiene nada de curioso que lo haga, de hecho es bastante lógico, pero antes, semanas antes, tú llegabas a mi mente como pasado, como memorias y a veces, como un deseo insoportable de poseerte y hacerte mío por una sola vez. Pero ahora no. Ahora eres anécdotas, instantes que en su momento fueron insignificantes y ahora no paran de arrancarme sonrisas.
Imagínalo así: ayer al estar jugando Super R-Type, recordé la forma en la que te burlabas de mi cada vez que aparecía un Game Over en pantalla. Recordé como nos llevábamos pesado y aprovechándome de esa estúpida inocencia tuya, te hablaba en doble sentido sin que tú lo notaras. Extraño eso; todos esos detalles insignificantes.
¿Qué importan los abrazos cuando recuerdo tu risa, tu sonrisa cuando me escuchabas decir alguna idiotez?
Y extrañando, y con las sonrisas escapándose de mi rostro no logro entender muy bien lo que pasa. Me siento triste porque ya no te extraño como “al ser amado”, sino como al amigo que perdí en algún lado.
“Todo estaba destinado a acabar” eso lo se de sobra y me he acostumbrado a vivir con ello. Pero hoy extraño a mi amigo, al que fue mi mejor amigo y al tiempo que disfrute con él.
jueves, 14 de abril de 2011
Aprender
He aprendido muchas cosas este año… pensándolo bien, no podría limitarme a hablar de este año, no seria justo, no todo comenzó hace poco, a pesar de que apenas en estos días me doy cuenta de un sin fin de cosas.
No se ni por donde empezar, aunque es algo gracioso, puedo tomar cualquier cosa y sin darme cuenta ya habré empezado y lo habré hecho bien.
Comprendí que no hay nada mejor que la simpleza de la vida. La sencillez de una sonrisa al atardecer no tiene precio, ni comparación.
Me enseñaron a ver la ciudad a la que tanto temo de otra forma; a ver que hay más que miedo y contaminación flotando en el aire y a por fin disfrutar del caos de una ciudad sin tiempo.
Descubrí que un amanecer es tan hermoso como un anochecer, solo es cuestión de saber apreciar; de saber entender que el principio es tan bueno como el final.
Escuche a personas que podían incluir el “jamás” en sus palabras y no arrepentirse de haberlo hecho. También escuche a otra incluir el “siempre” en sus oraciones y no menguar en su afirmación un solo instante. Pero lo mejor fue cuando conocí gente que podía desposar ambas palabras y no solo eso, sino que también podían transformarlas en una promesa sin edad, ni tiempo de caducidad.
“Jamás me iré, siempre estaré contigo”
Me di cuenta que el tiempo en verdad es relativo. A veces solo hay que esforzarte un instante y lograras tu cometido, lograras forjar grandes y fuertes lazos. En otros casos, no importa cuantos años trabajes, porque a la hora del final, todo ese tiempo es lo que menos importa. Todo se olvidara en un instante.
Aprendí que el universo a veces toma mucho tiempo para equilibrar las cosas, otras veces, solo le toma un instante para que un día malo se transforme en el mejor de toda tu vida. Que no importa cuanto sufras o trabajes porque, al final del día, cuando sonrías extasiado, te darás cuenta de que valió la pena y de que el día de hoy has aprendido algo nuevo.