domingo, 10 de marzo de 2013

Cartas Anónimas



Siempre pensé que terminaríamos juntos. Sí, ya sabes, como en esas películas que nos enseñaron a ver desde pequeños; esas películas donde al final se toman de las manos, se abrazan fuertemente y se entregan al primer/ultimo/profético beso que sellaba toda esa lucha y que nos recordaba que todo había valido la pena. Siempre lo creí y creerlo no cuesta nada.
Últimamente ya no escribo mucho. Será la escuela, será el tiempo, será el clima. Será mi hueva seguramente, pero aun encuentro placer en hacerlo, aun encuentro esa alegría en mis dedos al deslizarse, ya sea por las teclas o en el papel; porque déjenme decirles que soy un conservador en esto de las letras. A mí la letra virtual como que no me llena. Lo mío, lo que se dice lo mío, es ensuciarme las manos con tinta, escuchar el seseo del papel contra mi piel y pensar “hey, me gusto como quedo esa G, esa Y” y reír en silencio porque sé que en ese momento nadie más entiende ese placer. Cosa de locos. Cosa de escritores.
Bueno, el punto de todo esto es que no sabía sobre que escribir y recordé que en algún momento de mi vida lo hacía escribiéndote a ti, y creí que era buena idea empezar en un punto donde me sintiese cómodo… o que por lo menos supiese cómo avanzar. Tengo a una amiga, muy querida por cierto, esperando en este momento a que le conteste el mensaje. Le dije que no sabía sobre que escribir y ahora simplemente no puedo detenerme. Sé que ella sabrá perdonarme, porque eso hacen los amigos y los colegas a los que les debemos un café.
Hablando de amigos, tengo algunos nuevos y algunos no tan nuevos con relaciones renovadas. Los nuevos me hacen sentir contento, porque he recordado que si se puede tener amigos en quien confiar. Sé que falta contexto, pero a veces darle la mano a alguien en un momento donde estas lleno de pánico, puede significar que ahora confías y que puedes volver a creer. Sobre los viejos he de decir que nada permanece. Todo cambia para bien y para mal, pero últimamente las cosas parecen mejorar bastante. Una amiga se va de viaje. Vuela a las orillas del mundo a cumplir sus sueños, vencer sus propias fronteras y conocer que hay más allá de lo que cuentan y de lo que promete la vida. Me emociona verla feliz y no te mentiré cuando te digo que me entristece un poco, pero ¡hey! Sé que le irá bien y que lograra lo que se propone. Aparte, la mejor parte de cuando te separas de alguien por un rato, es que cuando los vuelves a ver te emocionas como nunca: los abrazos que antes eran saludos, se convierten en unos “¡Que gusto me da verte!”, donde tus brazos no sólo abrazan su cuerpo sino su corazón y su alma. Si, suena complicado, pero soy algo ridículo a la hora de los sentimientos. Te presentare a Miguelito un día de estos, sé que él podrá explicarte bien a lo que me refiero. También he de decir que, a veces, uno puede tener un problema con un viejo colega, alguien a quien llegamos a considerar una mente gemela, y que por ese problema parece que todo el mundo ha entrado en guerra. Amigos así nunca deberían pelear, mucho menos por estupideces, pero a veces somos demasiado estúpidos o egoístas para no darnos cuenta de a quien golpeamos cuando echamos a correr con los ojos cerrados. Eso sí, si vas a hacer tu desmadre, ten los huevos de decir “la cagué” y aceptar lo que viene, aunque eso signifique ver arder el mundo frente a tus ojos. Pero si no es así, aférrate y esta vez, si vas a correr, hazlo con los ojos abiertos para evitar accidentes.
¿Sabes? Escribiendo esa última parte me puse a pensar en eso de volver a ver a las personas. Sí, estoy sonriendo porque a ti ya nunca te volveré a ver. Cosa de cambios, cosa de crecer. Esta carta a pesar de que esta “dirigida” a ti, no espero que seas tú quien la lea, sino los demás. Cosa extraña esto de las cartas sin remitente ni destinatario, que por cierto no empezaron como cartas, pero así es esto de los escritores; cualquier persona se puede identificar, y ¿por qué no?, hasta sonríe al leer algún par de líneas y pensar “eso suena a algo que diría yo”. En fin, eso es todo por ahora y ojala, al finalizar esto, alguien esté sonriendo… además de mí.