viernes, 21 de junio de 2013

Quince Años Más



Habían pasado quince años desde la última vez que nos vimos. Quince años deseando que nuestros ojos se encontraran como antes lo hacían sólo para recordar tantas viejas memorias. Es increíble pensar que antes era algo tan común y como de un momento a otro dejo de serlo. Por eso me decidí a llamarte; tenía ganas de verte y de sonreír como alguna vez lo hice a tu lado. No estaba seguro de como lo tomarías o si aceptarías, pero desde que me escuchaste supiste quien era y sólo nos tomo unos minutos decidir en donde nos veríamos al día siguiente. “En el lugar de siempre” te dije, tratando de que la emoción no se me notara demasiado en la voz.

Quería preguntarte tantas cosas… Quería saber que tanto había cambiado desde la última vez que nos vimos y, a decir verdad, no tenía ni idea por dónde empezar “¿Qué tal la escuela?, ¿el trabajo?, ¿sigues viviendo en la misma casa o te cambiaste?, ¿estás comprometido?, ¿casado, tal vez?, ¿tienes hijos?, ¿por fin te compraste el perro que tanto querías?”. Todo eso y más quise preguntarte en cuanto te vi, pero simplemente no pude. Me miraste y sonreíste con ligereza, como si te hubieras dado cuenta que ese momento parecía sacado de alguna película barata. Te sonreí de vuelta entendiendo el pensamiento y porque era lo único que mi cuerpo me permitió hacer.

Sé que había pasado muchísimo tiempo, pero estoy seguro que, al igual que yo, quisiste abrazarme para compensar todo el tiempo perdido. Ambos lo deseábamos y se notaba en nuestros rostros, pero también éramos conscientes de que lo más sano era no hacerlo. Así que sólo nos miramos con las sonrisas rotas, expresando la alegría y el dolor que nos embargaba al mismo tiempo y de diferentes formas. Intentaste murmurar algo, pero te detuve. “No hay nada que decir” te dije. No obstante, pusiste tu mano sobre mi mejilla y continuaste. “Me da mucho gusto verte. Te extrañé”. Sostuve tu mano contra mi rostro, mientras mis lágrimas resbalaban por ella. “Perdóname” susurraste con la voz quebrada. “No hay nada que perdonar. Ya tendremos tiempo para hablar, no te preocupes. En ese momento sonreíste sabiendo que lo que decía era mentira. Tú sabías la verdad y yo simplemente no quería verla.

Nos quedamos en silencio. Cada vez te costaba más respirar. Yo besaba tus dedos ensangrentados. La gente alrededor mirando. El carro que te lanzó por los aires ya se había ido. “No es tu culpa” susurraste, sabiendo lo que pensaba. Había sido yo el que te pidió vernos en ese lugar; yo debí haber cruzado la calle y no tú. Las sirenas se escuchaban a lo lejos. Había esperado tantos años para verte y no podía creer lo que estaba pasando.

“Te amo”.

Para cuando llegaron las ambulancias yo sostenía tu cuerpo. Lo abrazaba como jamás me atreví a hacerlo y besaba tu cabello, sintiendo tu cuerpo cada vez más frio. Mi ropa manchada con sangre contaba la historia. Mis brazos sostenían tu recuerdo, que a cada minuto me parecía más lejano. Y mis besos… mis besos se despedían de ti, prometiendo que tarde o temprano nos volveríamos a ver, aunque tuviera que esperar quince años más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hermoso...

Anónimo dijo...

Me rompiste el corazón desgraciado...
Amo los sentimientos que logras en mi con tus letras!!