lunes, 13 de febrero de 2012

Los sueños de invierno

Lo que comenzó como una tarea, terminó como un proyecto.

Hope you like it.

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Me casé con Adriana junto al inicio del siglo. Tuvimos una boda discreta en la parroquia de Saint Jarcin, a orillas de Khur, un pueblo donde, según los rumores, los sueños se hacen realidad con la llegada del invierno. Su mejor amiga nos entregó sonriente las argollas, mientras que detrás de mí podía adivinar la mirada risueña de Carmen, la madre de Adriana, deseándonos lo mejor para los años venideros.

Compramos una casa de dos pisos en marzo; así que con un buen empleo, una buena casa y una bella esposa, no creía que mi vida pudiese ser mejor. Mi opinión cambió cuando llego diciembre, donde entre gritos y llanto, recibí del vientre de su madre a Johan, mi hijo.

Todo es más rápido cuando uno recuerda: Cuando Johan cumplió 4 años, Carmen tuvo un infarto en la soledad de su casa; afortunadamente se recuperó y después de insistirle un tiempo, la convencimos de que viniera a vivir con nosotros. Adriana y yo plantamos algunas flores y arbustos en el jardín para adornarlo; y para cuando Johan cumplió 9 años, adoptamos a Haku y a Mary, un par de perros de cobrador que Johan quería como si fueran sus hermanos.

Lo admitiré, fue una sorpresa cuando Johan nos dijo que era homosexual. De momento no supe que decir, la noticia me había tomado desprevenido y las palabras, atoradas en mi garganta, me habían dejado paralizado. Fue cuando Adriana se levanto de su lugar y tomándolo suavemente del rostro, lo beso en la frente. Sonreí y siguiendo a mi esposa me senté junto él, lo rodee con mis brazos y le recordé que nada cambiaba, él no había dejado de ser mi hijo.

El infarto que una vez intentó llevarse a Carmen regresaría, esta vez cumpliendo esa promesa de muerte que le había hecho años atrás. Johan dice que probablemente la muerte de su abuela fue un anuncio de lo que vendría después. Era el final de toda una época.

El asesinato de un líder religioso dio inicio a lo que los libros de historia llamarían “La guerra de las cruces”; una desvergonzada lucha entre un grupo religioso que se autodenominaba “los iluminados”, contra todos los demás que no seguíamos sus ideales de cambio político y religioso.

La guerra se desato en el centro del país, consiguiendo adeptos conforme el tiempo pasaba, y arrasando con todo lo que encontraba a su paso. En Khur la gente comenzaba a mostrar sus tintes ideológicos; la idea de una revolución religiosa hacía vibrar a la gente.

Nosotros nos mantuvimos neutrales lo más que pudimos; Adriana y yo caminábamos por las calles, y saludando a la gente del rededor, notábamos como poco a poco el pueblo se iba llenando de pancartas que apoyaban al movimiento de las cruces.

Las noticias eran cada vez más atemorizantes y la idea de salir a las calles se había esfumado con el final del verano.

Todo permaneció igual hasta que una noche, temblando de miedo, Johan entró corriendo a casa. Lo venían siguiendo un grupo de “Iluminados” después de verlo con Michael, su novio. En ese momento, un puñado de piedras volaron dentro de la casa, rompiendo ventanas y muebles. Las risas y los gritos de odio destrozaban el silencio de la noche. Entonces supimos que nada sería igual. En ese momento entendimos que los días tranquilos en Khur habían quedado atrás y que los rumores de los sueños que se cumplían en invierno habían quedado en el recuerdo.

1 comentario:

Carlos Benito dijo...

Sin duda tienes razón al usar la frase 'Todo es más rápido cuando recuerdas'. Este texto fue muy rápido.

Me alegra saber que has vuelto. Y he vuelto yo también a leerte.